jueves, 25 de septiembre de 2008

y si Sigo Contando Cuentos que Cuentan Cuentillos?

. Carta para después del Suicidio.

¿Que mas importa en esta vida?...
Muchas veces me lo he preguntado, lo he analizado y no encuentro respuesta, hay tantas preguntas que nunca son correctamente respondidas, muchas respuestas que dejan dudas y millones de acciones que se cometen sin pensarlas y al fin, la vida solo es para los privilegiados, la mayoría debemos morir bajo nuestras propias manos.
Se que el cuento de hadas no existe, la felicidad menos; es solo un tachado para algunos momentos en que uno siente que vivir vale la pena, aunque la mayoría del tiempo tu espacio es negro, la vida color de rosa no existe, ni existirá, el tiempo se vuelve tu enemigo una vez los problemas decaen sobre ti, ir contra el reloj de tu vida te atormenta y este se acelera hasta llegar a tu muerte próxima. Así es fácil darse cuenta que un suicidio no es algo previamente planificado, ni culpa del victimario, es culpa del reloj que maldice tus horas cuando termina su periodo.
Antes de acabar con mi vida como esta presupuestado, reflexiono sobre que significa un suicidio, pues es óptimo que será el nombre que le darán a este acto, “Suicidio” es una conducta auto destructiva, acción que puede llevar a una persona directamente a la muerte. En mi caso no es una conducta, es un sentimiento, algo tan fuerte que ciento hoy en el alma, que me lleva a tener distorsionados pensamientos.

Ahora con ansias tomo el cuchillo, ese que afile tantos meses esperando este momento. El dolor tiene memoria propia, soñé tantas veces lo mismo, el mismo despertar de cara pálida me atormentaba, pero hoy soñé algo diferente; ahora mis miedos variaron y creo que ya no le tengo miedo a morir, se que mi tiempo se agota, mi reloj se detiene lentamente al igual como se detendrá el latido de mi corazón.

Siento la sangre salir de mis venas recorrer mi brazo y tintar el suelo de un color rojo pasión, pero es difícil sentir que mi corazón se apaga pues se agita cada vez mas, veo por fin ese cielo azul que busque, veo tu rostro y imagino tus besos, es difícil sentir que ya no te podré acariciar un instante, es mirar al pasado y darme cuenta que en tus brazos aun me siento protegida, como quisiera acabar mi vida cerca de tu cuerpo para que la seguridad inunde mis sentimientos.

Ya no soy capas de escucharme a mi misma, mi cuerpo se esta pudriendo, ya deje de existir hace unas horas, ¿te cuento algo? A la hora en que morí, deje de pisar tu mismo suelo, de respirar tu mismo aire y en este momento no miro el cielo que miras tú, estas leyendo las memorias de un cuerpo que yace tirado en el suelo de una habitación oscura, una lugar donde la luz dejo de alumbrar para no mostrar el cadavérico rostro ensangrentado.


Estando ya en la paz, en el lugar paradisíaco que cuando niña aprendí a creer, me doy cuenta que el error mas grande lo cometí hoy, me arrepiento, extraño tus brazos, tu carne, tus manos, el aroma de la primavera en el crudo invierno de mis pensamientos. Si pudiera volver atrás, retroceder el tiempo, algunos instantes valorarlos como debe ser, pedirle a la vida una segunda oportunidad no vale, todos cometemos errores y tratamos de remediarlos, pero eso solo cuando aun pisas la tierra mi amor. No olvides que siempre te amare, te prometí amor eterno y cumpliré, antes de partir; pase por tu cuerpo y en tu corazón deje un trozo de mi alma que te acompañara por el resto de tus días.
Recorro calles grises y la muerte de mi corazón pone color a los lugares, un montón de personas mover sus bocas dando consuelo, una condolencia a un grupo de personas que se hacen llamar familia, humanos que siempre fueron inexistentes ante mis ojos.
Dejo la conexión con tu mundo, me voy al mas allá, sin comprender aun porque cometí el acto, porque no pensé en tu amor antes, ¡no se que hacer estoy desesperada!, te veo a ti llorando y mi alma te acompaña, me deslizo bajo la esperanza de volver a tocar tu rostro, pero me gustaría verte feliz, porque desde hoy alojo mi tristeza en ti.

miércoles, 24 de septiembre de 2008

Cuenta Cuantos Cuentos Cuento...*!

Un diario, amor y locura.

Ella es Vale te la presento es mi amor desde la infancia – Dijo Héctor a su nueva amiga Aldonza. Aun la quiero y sueño que esta conmigo.


¿Qué le ha pasado?- Pregunto Aldonza
Ella quiso desaparecer- Dijo Héctor afligido
¿Cómo? ¿Qué hizo? – Volvió a preguntar.

Héctor camino se sentó en un sillón negro con cojines rojos que había en su habitación, se puso cómodo y suspiro.
Para mi era maravillosa y feliz, pero de un tiempo a otro sentía que su vida se apagaba.


Muchas veces me contaba que ella no quería vivir, sus padres se separaron cuando ella solo tenía 14 años. Su padre era alcohólico y la golpeaba, muchas veces se ponía un poco mas cariñoso de lo normal, para Vale todo se ponía gris cuando el llegaba, y trataba de decirme que le pasaba, pero no podía; su vos se desvanecía y solo podía llorar.


Poco a poco se convirtió en una persona sin sentimientos, era como si su corazón no latiera, cada día se veía más triste y su sonrisa se apagaba cada vez más. Yo por mi parte la veía escribiendo siempre en un diario que guardaba desde que tengo memoria, era como que toda su vida estuviera en esos trozos de papel, además no solo escribía en su diario sino en servilletas, etiquetas; cualquier cosa que luego pudiera pegar en su baúl de recuerdos, tan pequeño llamado diario.


Este mismo- Dijo Héctor a Aldonza.
Al final no era un diario tanto como personal. Como ella sabia que algún día pasaría, me lo dedico para contarme sus mayores secretos.
Entre sollozos y unas cuantas lagrimas Héctor abrió el diario y comenzó a buscar las ultimas paginas, mientras con un pañuelo seco su cara y prosiguió su historia.

13 de Noviembre del año 2004
Llegue estaba el, comencé a tener miedo, mamá no estaba como siempre lo hacia, trato de subir mi falda. Resistí aunque primera vez que se ponía muy brusco, me pego y al fin logro su objetivo, me violo y yo soy su hija, el muy fresco se fue como si nada me dejo toda golpeada y sangrando.


En el momento en que cerro la puerta, soltó la manilla; enloquecí, la impotencia se apodero de mi, corrí con desesperación a la cocina tome un cuchillo con tanto filo que tenia preparado, corrí por las escaleras del edificio para alcanzarlo, lo único que sentía por dentro eran unas locas ganas de matarlo. Al fin caí en las escaleras, el cuchillo salto y aun ahora que hace un buen rato que deje de perseguirlo no se donde esta.


Tirada en el suelo comprendí que mi vida era un desastre, me calme un poco y subí de nuevo al 2340, aquel departamento asqueroso el que tanto anhele, por tanto tiempo y hoy me da asco.
Fui al rápidamente al balcón tome el corta cartón con el que el me amenazo y en el borde del balcón lista para saltar, decidiendo entre la vida y la muerte, cuando sonó el teléfono. Con timidez fui a atenderlo, era mamá me pregunta si estoy bien y no se dio cuenta que su hija estaba mal, apunto de matarse. ¡Por que! Nunca me quiso, ni le importe ¿entiendes? Colgué y fui de nuevo al balcón, ahora estoy mas segura de que si muero no me extrañaran, como saltar no era una forma segura de que moriría instantáneamente.


Tome ese cuchillo corta cartón y corte una de las capas de mi piel. Sentí mi muerte, mi sangre derramarse.
Al momento Héctor despertó y con sus ojos hinchados se dio cuenta que Aldonza lo miraba, nadie decía nada.


¿Me contaras? – Dijo Aldonza
Ahí se dio cuenta que solo recordó, soñó y no había contado nada.


El tren se acercaba. El pitillo sonaba para avisar su pronta llegada, impulsado por el amor y dolor corrió hasta la barra de contención, la atravesó, llego el tren y acabo con todos sus malos recuerdos.